domingo, 4 de enero de 2009

Un funeral en la capilla



Transcurrieron ya diez años desde que cayó enfermo el patriarca de esta emotiva historia. Desde el comienzo de su enfermedad, Evaristo su hijo menor “un reconocido y admirado sacerdote” le dedicó especial atención, cuidándolo con sumo esmero. Su querido padre, a pesar de estar imposibilitado, se sentía afortunado por verse rodeado de las personas que nunca dejaron de amarlo. Para sus cinco hijos y ocho nietos, fue un claro ejemplo de paciencia y resignación. Con mucha frecuencia iban a visitarlo, logrando entre todos que se sintiera querido y respetado. El venerable anciano, se hallaba plenamente feliz y satisfecho como padre y abuelo. El tiempo pasaba muy de prisa, y en una mañanita de verano, con una dulce sonrisa en los labios para el cielo se marchó volando, dejándolos a todos huérfanos y desconsolados.
Al cumplirse el primer aniversario desde que el anciano progenitor
los había abandonado, ellos quisieron rendirle un sentido
homenaje, acompañados solamente por sus familiares y amigos
más entrañables. En una capilla de dimensiones muy reducidas, en
la intimidad se dispuso Evaristo a celebrar la santa misa, en
sufragio por el alma de su difunto padre, él estaba muy
acostumbrado a celebrar esta clase de actos y aunque se encontraba
arropado por sus más fieles amigos, sobrinos y hermanos, no pudo
evitar sentirse embargado por la emoción, entrecortándosele la voz
a cada rato. Una gran paz inundaba el recinto sagrado, era como sí
un coro de ángeles se hubiese acercado para acompañar los cánticos
de alabanzas que con gran fervor, todos los presentes estaban
entonando, resultando un funeral muy emotivo y armonizado.