jueves, 18 de septiembre de 2008

El circo taurino


De vez en cuando la historia se encarga de recordarnos el
lamentable espectáculo que siglos atrás se realizaba en el
circo romano, donde se reclutaba a los esclavos más fuertes
y vigorosos, para enzarzarlos en una lucha a muerte contra
los más bárbaros y entrenados gladiadores. Una gran
muchedumbre enfervorizada aclamaba a vítores a los que
resultaban vencedores, demostrando así, un infinito desprecio
por la sangre derramada de los perdedores.
En los primeros tiempos del cristianismo, los cristianos fueron
perseguidos y azotados, por seguir el legado que “su Gran
Maestro” les había dejado. Para que sirvieran de escarmiento, no
dudaron en mortificar a unos cuantos, llevándolos a rastras hasta
la plaza del circo romano, en donde sin piedad los arrojaban al
foso de los leones, como fuente de diversión para los espectadores
cuales, contemplaban sin compasión como aquellos desvalidos e
inocentes seres humanos, perdían la vida cruelmente
martirizados.
Hoy en día aún quedan restos de costumbres muy antiguas.
En las plazas de toros, todavía se reúnen una gran multitud de
aficionados, que contemplan fascinados las hazañas de unos
hombres lujosamente ataviados. Con capa y espada en la
mano, con garbo, torean a las reses más bravas, llenándole
las costillas de vistosas banderillas. Desde las gradas, el público
lanza emocionado, gritos y silbidos, cada vez que el “diestro”
remata su faena con la espada. Una vez que ha logrado arrancarle
las orejas, la muchedumbre entusiasmada, salta a la arena y
recorre toda la plaza con el “maestro” en volandas, exhibiendo
éste con sumo orgullo su valioso trofeo.
Cuando algún animal por intentar defenderse, arremete contra el
torero hasta verlo herido de muerte, entra en escena el
rejoneador, quien montado en su engalanado y pertrechado
caballo , sin vacilar , le clava al pobre animal una mortífera
estocada. Al mismo tiempo, la plaza se viste de duelo y los
seguidores del torero, en breve espacio de tiempo, inmortalizan
al “ héroe” levantándole un colosal monumento.